3 de mayo de 2024

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Un melodrama retrofuturista aterrizó con éxito en la Fiesta Nacional del Teatro

La llamamos comedia distpica un gnero que no existe una telenovela en ciencia ficcin aseguraron a Tlam las protagonistas Foto Ariel Pacheco
«La llamamos ´comedia distópica´, un género que no existe, una telenovela en ciencia ficción», aseguraron a Télam las protagonistas / Foto: Ariel Pacheco.

Nadia Budini, Mercedes Coutsiers y Natalia Pardal son las actrices de «Un punto azul pálido en la oscuridad», obra teatral que recurre al melodrama y la ciencia ficción para narrar un futuro distópico a través de la pareja de dos mujeres y una hija y que se transformó en una de las buenas noticias de la 37ª Fiesta Nacional del Teatro, que se desarrolla hasta el miércoles próximo en forma simultánea en Catamarca y La Rioja.

Escrita y dirigida por Ariel Dávila, «Un punto azul pálido…», una de las dos representantes de Córdoba en esta Fiesta Nacional y que tuvo funciones en la ciudad de Catamarca, propone un novedoso mundo escénico donde se articula un preciso y calibrado engranaje que combina el protagonismo actoral con la realización y operación de la iluminación, el sonido y el mapping, que interactúan con tres mujeres que viven encerradas en su casa.

«Nos situamos en un código de comedia para tratar cosas que están pensadas desde un lugar terrible o dramático»Nadia Budini

Un «Manual de uso y las buenas costumbres» de la década del 50, el «Manifiesto ciborg» de Donna Haraway o «El género en disputa» de Judith Butler, pasando por «Blade Runner», «Metrópolis» de Fritz Lang, «2001: Odisea en el espacio», «Los supersónicos», las claves del melodrama, el retrofuturismo, el streampunk y cuestiones relacionadas con la tecnología y el teatro que venía investigando Dávila estuvieron en la base del armado de un material que funciona como un aceitado mecanismo de relojería para contar una especie de telenovela del siglo 22 de ribetes sorprendentes y siempre divertidos.

«La llamamos ‘comedia distópica’, un género que no existe, una telenovela en ciencia ficción, esos fueron nuestros criterios de búsqueda, claramente nos situamos en un código de comedia para tratar cosas que están pensadas desde un lugar terrible o dramático», cuenta en charla con Télam Nadia Budini, que en la obra compone Amelia, la primera astronauta mujer y lesbiana en pisar la luna, lo que la hizo depositaria de una notable popularidad, que todavía viste algo parecido a un traje espacial de entrecasa y camina por el living de su hogar como en el alunizaje.

Foto Ariel Pacheco
Foto: Ariel Pacheco.

Amelia vive en su casa con Bety, una multimillonaria que se volvió fan de ella y se enamoró, las dos están encerradas porque en el 2033 prácticamente nadie puede andar por la calle, y juntas tienen una hija que mandaron hacer a un laboratorio y que llegó con 20 años. La casa está dominada por la inteligencia artificial que se manifiesta a través del mapping y la iluminación y hay también un ser transhumano.

Para desentrañar la trama completa de la obra aun faltan varios elementos: el impacto visual que logra producir junto con actuaciones convincentes y varias vueltas de tuerca en la trama que remiten al engaño, el ocultamiento de la identidad, cuestiones de género, la riqueza y el dinero, elementos centrales del melodrama que se despliega en escena.

«La construcción fue un proceso de varias capas, queríamos trabajar con determinados personajes pero a medida que fuimos atravesando la temática empezamos a descubrir el registro, que fue un hallazgo, porque al principio lo íbamos a hacer en un código de comedia más naturalista pero después empezamos a ver que el dispositivo era tal que nos iba a comer vivas si bajábamos la intensidad, de modo que necesitábamos subir y cada vez subíamos más y más», relata Mercedes Coutsiers (Bety) sobre el proceso de construcción.

«El humor está siempre muy presente, todo lo que hemos hecho siempre está atravesado por el humor, no lo podemos evitar», señala Natalia Pardal, que compone a Alex (en remplazo de Priscila Sansica), la hija de 20 años que llegó hace poco a la casa pero cree haber vivido siempre con sus madres a través de una memoria insertada.

Nadia Budini Mercedes Coutsiers y Natalia Pardal Foto Ariel Pacheco
Nadia Budini, Mercedes Coutsiers y Natalia Pardal / Foto: Ariel Pacheco.

– Ese código de actuación del que hablan, necesariamente parece tener que estar virado.
Nadia Budini: Sí, creo que aún antes de que apareciera el dispositivo del mapping en escena el texto nos pedía armar un mundo propio para contar esta historia, estábamos planteando un mundo donde hay personas intervenidas tecnológicamente, otras viviendo en forma transhumana, clones. Ese mundo nos obligó a una búsqueda actoral que estuvo centrada en cómo volver extraño este cuerpo, cómo lo hacemos caminar, respirar, hablar, moverse en ese otro contexto.

Mercedes Coutsiers: Mi personaje desde el principio tenía el glitch (una falla de baja intensidad de un videojuego al ser reproducido que genera un ruido o defecto pero que el sistema acepta e incorpora como rareza porque no modifica la sustancia), entonces lo tomé como un registro actoral y pasó a ser una tensión extraña. Necesariamente tuvimos que inventar un mundo de referencia en el que ningún personaje es algo que podemos encontrar en la vida cotidiana, y también después de construir los personajes tuvimos que ablandarlos para que fueran orgánicos, porque la búsqueda primero fue hacia personajes demasiado corridos de la realidad pero después los tuvimos que hacer vivir y los tuvimos que ablandar, pasarlos al cuerpo para que fueran verosímiles en ese mundo.

«El humor está siempre muy presente, todo lo que hemos hecho siempre está atravesado por el humor, no lo podemos evitar»Natalia Pardal

– Ese código de actuación se relaciona también con el mapping que es un gran personaje en escena.
– NB: Sí, fue una disyuntiva cómo empezar a poner el foco en el mapping sin que nuestros cuerpos se anularan, esa comunicación entre un lenguaje y otro potenció la escena pero también trajo implícito un riesgo. Esta es una obra en la que el engranaje técnico y la operación de sonido, iluminación y mapping es fundamental a lo largo de toda la función porque interactuamos, de pronto el mapping puede disparar algo y se desarrolla la escena pero en otros momentos hay un diálogo.

– En la obra también aparecen una serie de discusiones actuales en relación con el feminismo, el género (son tres mujeres en el futuro), las nuevas identidades familiares.
– NB: Cuando arrancamos la búsqueda estábamos empapadas de la discusión de la legalización del aborto, de este feminismo en su cuarta ola que era arrollador, estábamos muy pendientes de eso y también del tema de la mujer ocupando roles empoderados, ahí surge esta cuestión de la astronauta y todo lo que hizo para llegar a la luna.

– MC: También nos preguntábamos en base a las discusiones que tenemos hoy del género y las nuevas familias cuáles son las discusiones que vamos a tener en el 2033, quizás sean si tengo o no tengo una antena en la cabeza, o si puedo vivir después de que muera mi cuerpo o si puedo comprar una hija de 20 años, todo siempre atravesado por una mirada donde nos pudiéramos reír también de todo.

– El proceso arrancó en 2019 y por la pandemia recién pudieron estrenar en agosto de 2021
– MC: Sí, en un punto la pandemia fue una gran aliada de la obra porque permitió que el material creciera, yo (Coutsiers también es la vestuarista de la obra) me la pasé cosiendo en la pandemia, tuve tiempo de hacerle detallecitos a todo, luces, cosas, cambios incluso. El vestuario de Bety era un supervestidito y ella me decía: «Necesito un traje de astronautaaaaaaa!» y tenía razón. Fue impresionante cómo el dispositivo del vestuario la acompañó en su proceso, el vestidito que yo le proponía la estaba trabando y cuando apareció el traje fue como que su personaje explotó.

– NB: De hecho la caminata de la astronauta no era posible con el vestidito y con tacos y cuando apareció este nuevo vestuario entonces fue posible pensar un cuerpo que se empezó a mover de una determinada manera.

Mapping y basura tecnológica

«Un punto azul pálido en la oscuridad» propone un novedoso mundo escénico donde interactúa el mapping con la actuación.

«Fuimos convocados para hacer un trabajo que represente un poco lo que sería una casa del futuro, porque estamos hablando de una familia que en el futuro se encuentra aislada porque todo sucede adentro», relata a Télam Javier Artaza, realizador cinematográfico y encargado del diseño audiovisual y mapping de la obra.

«Con el mapping -señala- resolvemos de algún modo todo lo que significa una casa inteligente, donde ellas pueden mirar hacia afuera, tienen alarmas, sensores y hace posible la presencia de un cuarto protagonista que es una inteligencia artificial que en la obra viene a cuestionar y resolver este armado familiar».

Artaza cuenta que en el armado del mapping utilizó técnicas de motion grapchic, animación, filmaciones en croma y que la idea fue «de algún modo poder jugar y completar el universo ficcional que el director y las actrices propusieron».

«Todo el trabajo -aclara- fue con producción propia para darle una unidad estética que remite al retrofuturismo, el ciber punk, donde aparece el neón, que encuadraba bien en la historia, que es una comedia donde las chicas son como una telenovela de ciencia ficción».

Daniela Fontaneto, asistente de dirección y operadora de sonido remarca también que «hay algo que completa con el arte que es la utilería, que fue fabricada a partir de basura tecnológica con la que fuimos inventando distintos objetos que aparecen en la obra como el contador Geiger que les mide la radicación, una especie de computadora, el ‘miráfono’, todos elementos que se complementan con la iluminación».

 «Un punto azul pálido en la oscuridad» podrá verse los viernes de septiembre y octubre en la sala Blick de la ciudad de Córdoba, con dramaturgia y dirección de Ariel Dávila; actuación de Nadia Budini, Mercedes Coutsiers y Natalia Pardal, asistencia de dirección de Daniela Fontanetto; asistencia física y coreográfica de Florencia Baigorrí; diseño audiovisual y mapping de Javier Artaza; actuación de video, diseño escenográfico, lumínico y realización de Agustina Márquez; escenografía de Varinia Figueroa, operación de luces y montaje de Agustín Sanchez Labrador, diseño sonoro de Guillermo Ceballos, vestuario y maquillaje de Mercedes Coutsiers y pelucas de Nazareno Stoll Márquez.


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