Wilmes llegó al puesto de forma interina y en marzo fue ratificada por seis meses para afrontar la crisis por el coronavirus.
Siete partidos de Bélgica alcanzaron un preacuerdo para formar una inédita coalición que ponga fin a más de 600 días sin un Gobierno federal de mayoría, en una negociación a contrarreloj a días de expirar el mandato otorgado por la crisis del coronavirus a la actual primera ministra, Sophie Wilmes.
El último Ejecutivo de mayoría se rompió en diciembre de 2018, cuando los independentistas flamencos de la N-VA se retiraron de la alianza que encabezaba el entonces premier y actual presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, quien renunció pero se mantuvo en el puesto hasta las elecciones de mayo del año pasado por pedido del rey Felipe.
Esos comicios volvieron a exponer la fragmentación política del país y tras el fracaso de 11 negociaciones para consensuar una formación, el líder de los liberales flamencos, Egbert Lachaert, consiguió el primer avance concreto en 14 meses con un preacuerdo entre siete agrupaciones para participar de la llamada Coalición Vivaldi.
El nombre del compositor es una referencia a su obra Las cuatro estaciones y los cuatro grandes grupos que la alianza pretende unir: rojos del PS (Partido Socialista) y del sp.a (Partido Socialista-Diferente); azules de los liberales MR (Movimiento Reformador) y Open VLD (Liberales y Demócratas Flamencos); verde por los ecologistas Ecolo y Groen; y naranja para los demócratas cristianos flamencos de CD&V.
Sería un Gobierno formado por siete agrupaciones que individualmente ninguna superó el 10% en las últimas elecciones y que deja afuera a las dos más votadas: la N-VA y la ultraderechista Vlaams Belang (Interés Flamenco).
«Sociológicamente, Bélgica es un país. Políticamente, está dividido»
«Puede ser la primera vez que Bélgica tenga una coalición de tantos partidos. Lo máximo hasta ahora fueron seis y sin dudas va a ser un desafío para su funcionamiento», explicó a Télam Dave Sinardet, politólogo y docente de la Universidad Libre de Bruselas.
El académico destacó que hoy «se dio un importante paso hacia adelante», aunque aclaró que «todavía se está en una etapa de preformación porque los partidos no acordaron realmente quien puede ser el primer ministro».
El trasfondo es la compleja división política y lucha de poder que existe en el país entre la región de Flandes en el norte y la francófona de Valonia en el sur, con Bruselas como zona neutral.
«Es como un gemelo siamés con una cabeza»”
Dave Sinardet
«La principal dificultad es que no tenemos partidos nacionales. Tenemos partidos flamencos que obtienen votos en Flandes y de habla francesa que lo hacen en Valonia. En Bruselas operan ambos», explicó a esta agencia Wouter Van Dooren, profesor de Administración Pública de la Universidad de Amberes.
«Este es un grave déficit democrático. No hay ningún incentivo para que los políticos se comprometan en puntos que son importantes para otra región», indicó.
El docente recalcó que las dificultades son principalmente «de diseño del sistema político» y no por nacionalismos o divisiones sociales entre las regiones: «Sociológicamente, Bélgica es un país. Políticamente, está dividido».
Además, precisó que la capital es una parte integral del tejido socioeconómico de Flandes y Valonia y en ese sentido marcó diferencias con las tensiones independentistas de Reino Unido: «Entre Londres y Edimburgo hay campos y bosques, pero Bruselas es el corazón de la economía que une al país».
Sinardet indicó que existen propuestas de académicos, intelectuales y de algunos dirigentes de crear un distrito electoral federal que permita evitar la fragmentación regional, pero aclaró que «no se alcanza los dos tercios necesarios» para aprobar la reforma
Los siete partidos de la Coalición Vivaldi juntan una mayoría de 87 de los 150 escaños del Parlamento belga, pero una minoría entre los asientos de las provincias flamencas (42 de 89 diputados totales), lo que puede ser un pequeño escollo en una coyuntura en la que crecen en votos de las agrupaciones nacionalistas de Flandes.
Pero la demanda por una mayor autonomía de la región no será el único tema que la eventual alianza deberá resolver: los demócratas cristianos flamencos chocan con sus posibles futuros socios en flexibilizar la actual ley de aborto y en ratificar el fin de la energía nuclear para 2025.
El reloj pasó a ser un factor clave ya que el 17 de septiembre próximo está pautado un voto de confianza en el Parlamento sobre Wilmes, la primera mujer en ocupar el cargo de primer ministro, quien ya avisó que está lista para renunciar si no renueva el apoyo.
La liberal francófona llegó al puesto de forma interina a fines de octubre del año pasado para ocuparse de las cuestiones administrativas y en marzo fue ratificada por seis meses y con más poderes para afrontar la crisis por el coronavirus.
Si la situación no se destraba para el 17 de septiembre, una opción es convocar a nuevos comicios, aunque eso complicaría aún más la situación.
«Es probable que la extrema derecha Vlaams Belang gane si hay elecciones, aunque no está claro cómo afectaría la capacidad de formar una coalición», manifestó Van Dooren.
Esta agrupación nacionalista flamenca, acusada de racista, misógina, xenófoba y homofóbica, fue la fuerza que más creció en los comicios del 2019 al obtener 18 escaños del Parlamento frente a los 3 logrados en 2014.
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