18 de abril de 2024

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«Pajarita», sobre una obra de Roberto Arlt, es uno de los grandes aciertos de la temporada

Pablo Mariuzzi y Lorena Szekely las dos figuras protagnicas de Pajarita
Pablo Mariuzzi y Lorena Szekely las dos figuras protagònicas de «Pajarita»

El adaptador y director Guillermo Parodi es el responsable de “Pajarita”, un interesante ejercicio teatral con base en “300 millones”, de Roberto Arlt, que es a la vez un homenaje a los 90 años del estreno de la pieza original y puede verse los viernes en una de las salas de Teatro del Pueblo como cierre de un círculo que comenzó en 1932 en la misma institución.

La historia se origina en hechos reales ocurridos en 1927, cuando Arlt era cronista de policiales del diario Crítica y se enfrentó al caso de una empleada doméstica de 20 años, española con una inmigración reciente al país, que decidió terminar con su vida arrojándose bajo las ruedas de un tranvía, justo frente a la casa en la que trabajaba y sin que se conocieran los motivos de su decisión.

Según explicó en aquella época el célebre autor, muerto a los 42 años en 1942: “Cuando (Leónidas) Barletta organizó Teatro del Pueblo me pidió que colaborara escribiendo una obra para su empresa, en la cual no creía nadie; incluso yo, pero a pesar de todo un día me puse a trabajar en ella sin la menor esperanza de éxito”.

En la trama, la angustia y el dolor son sentimientos con los que Sofía, la protagonista, convive dentro del mundo gris que la oprime por una realidad indeseada. Son los momentos de ensoñación en los que busca un desahogo, mientras las escenas se tiñen con un tinte grotesco a la manera discepoliana; un acercamiento entre lo trágico y lo humorístico que se mezclan y confunden.

“300 millones” cumplió 30 funciones en esa sala de arte, un récord para la época, y cuenta la trágica historia de la fámula de un modo sesgado, onírico, con algo del absurdo y el surrealismo de aquellos años, y personajes como Rocambole –a principios del siglo XX popular aventurero al margen de la ley, aparecido en novelas del francés Ponson du Terrail-, el Hombre Cúbico, la Reina Bizantina, un Galán, un Demonio, un Marinero y un Rufián Honrado, más varios secundarios.

Parodi elimina la larga lista de personajes y se concentra en la muchacha (Lorena Szekely) y Rocambole (Pablo Mariuzzi), que nunca es nombrado y puede trasmutarse en otras criaturas, incluso femeninas, en lo que se supone está en la mente de la suicida antes y después del trágico fin. Aporta también saltos cronológicos como cuando el Galán es nada menos que Rolando Rivas, el taxista que enamora a Sofía mientras se escucha la música original de la telenovela.

La ductilidad de Mariuzzi brilla en la puesta inspirada en una pieza de Arlt
La ductilidad de Mariuzzi brilla en la puesta inspirada en una pieza de Arlt.

De ese modo «Pajarita» articula un espectáculo autónomo, que pasa sin dificultades de la farsa cruel a situaciones de barracón de feria, con significativos efectos de iluminación (de Parodi y Fernando Díaz, también autor de las proyecciones), un vestuario alucinante (de Jorgelina Herrero Pons) y esos toques musicales que pautan la acción en momentos precisos.

Entre ellos hay una canción cantada en «off» por Teresa Parodi, madre del director, y también un tango “rante” desgranado por el propio Guillermo en la inefable línea del Tata Cedrón.

Con coreografía de Sofía Ballvé, quien logra extraer de la pareja la armonía necesaria en sus movimientos –no olvidar el carácter fabuloso de la trama-, el varón actúa sobre la mujer transformándola en su víctima, en su juguete, pero también en objeto de un deseo que no logra plasmar; la aconseja, adoctrina y al mismo tiempo depende de ella porque forma parte de su imaginación.

El trabajo de Parodi con sus intérpretes no puede ser más afinado: Szekely es todo lo vulnerable que elige ser, pero no se sabe si esa condición es fruto de lo que fue en su pobre vida, de cómo fue tratada, o lo que decide simular como elemento de seducción en un venturoso Más Allá frente a un ser autoritario, mezquino, andrógino y profundamente seductor.

La actriz afronta un trabajo formidable y agotador, incluidos sus cambios de vestuario, de acuerdo a los cambios de ánimo de su contrincante y es muy eficaz en las contraescenas, como ya lo demostró en “Abandonemos toda esperanza” o en “Cisneros. Una tragedia argentina”, donde engrandeció un papel que otra intérprete hubiera jugado con más cautela.

Mariuzzi es un actor que sorprende y crece día a día, obra a obra; se lo vio correcto y con destellos de gran talento en “Pessoa, escrito en su nombre”, “La reina de la belleza” o “Un señor alto, rubio, de bigote”, unipersonal sobre un cuento de Humberto Costantini, por las que recibió nominaciones y críticas elogiosas, pero su actuación en “Pajarita” es sencillamente superlativa, señal de un apuntalamiento de su arte gracias al encuentro con un personaje que fascina.

Con un cierto parecido físico a un Alfredo Alcón en sus años jóvenes, Mariuzzi domina el escenario con un despliegue de cuerpo y voz poco común, pasa de varón a mujer de acuerdo a lo necesario y se beneficia de su estatura para manejar capas y otras prendas a las que hace volar con autoridad.

“Pajarita” es un espectáculo distinto, no solo por su imaginativa puesta, que eleva la emoción a medida en que transcurre sino porque trasunta una sensibilidad creativa en la que los factores dramáticos y estéticos se alinean como pocas veces. Se puede ver en Teatro del Pueblo, Lavalle 3636, barrio de Almagro, los viernes a las 22.30.

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