“No hay que esconder la depresión como si fuese una debilidad”

En «El campeón de la depresión», el escritor y periodista deportivo reúne sus recuerdos de infancia, su pasión por San Lorenzo de Almagro y por el barrio de Boedo, pero no esconde sus angustias.

Gabriel Casas es periodista deportivo, escritor y docente.

Los relatos que integran los dos volúmenes de “El campeón de la depresión” de Gabriel Casas conjugan la crudeza de lo autobiográfico y la belleza que solo la literatura puede conferirle al dolor y a la melancolía.

Los cuentos que editó Eloísa Cartonera narran la lucha del protagonista por sobreponerse a sus propios demonios y la ayuda que éste recibe de su familia, sus amigos, su barrio y sus recuerdos.

“Uno tiende a pensar que hay algo de autobiográfico en la narración. Pero al mismo tiempo, cuando se avanza, y tal vez para mantener la paz interior, se opta por creer que mucho forma parte de un relato ficcional”, reflexiona Mariano Hamilton en el prólogo.

“Cuando dejás que la mente te labure constantemente, es una locomotora que no para nunca”, confiesa el protagonista. “Igual, uno cuando cree que toca fondo, también se escuda en la comodidad y se enamora de su estado”, admite poco después. “Mi miedo a salir al sol superaba todo”, insiste. Y estas situaciones y emociones se espejan con otras tantas que el mismo Casas reflejó en sus redes sociales, con lo cual las distancias se acortan y los relatos se convierten en un espacio donde encuentran un espacio su lucha contra la depresión, pero también sus recuerdos de infancia en el barrio de Boedo, el amor por sus padres y por sus hermanos, su pasión por San Lorenzo de Almagro.

Sobre la literatura como lugar de salvación, el fútbol, el barrio y la familia y su elección de editar en una cooperativa de trabajo que les compra a los recicladores urbanos el material con que realiza sus libros con procedimientos artesanales habló Casas, que es periodista y docente, con Télam.

-Télam: Los relatos están narrados en primera persona y uno tiende a pensar que se trata de acontecimientos de tu propia biografía. Una convicción que refuerza al leer algunos de los posteos de Facebook donde contás tu lucha contra la depresión. Tu literatura tiene arraigo en tu propia vida…

-Gabriel Casas: Sí, son cosas que me sucedieron y me parecía bueno plasmarlas en un libro. Cierto que también está en mis redes sociales. Allí compartí pormenorizadamente las etapas que fui atravesando. Desde el título mismo, que es una metáfora que me dijo un especialista, que yo era el campeón de la depresión. Nunca me había deprimido hasta los 40 años, pero me pasó. Y hay que buscar por qué sucede. Necesitás ayuda, necesitás terapia.

Sin embargo, no recurrís a la autoayuda.

No. Porque el libro es más literario que de consejos de autoayuda. De hecho, es un libro que está atravesado por la depresión, pero tiene otros muchos como el barrio, la familia y el fútbol. Tuve que tomar una decisión y elegí convertir mis experiencias en literatura.

Algunos de los relatos ponen en palabras a la lucha del protagonista por sobreponerse a su angustia, pero otro, “El protegido” cuenta la experiencia de vivir en un barrio y ser el hermano menor, de ir a la cancha. Actos cotidianos con los que muchos lectores se pueden identificar…

Claro. En ese me centró en mi relación con el barrio. Yo me fui de Boedo a los 12 años y volví hace poco, pero sigo sintiéndolo mi lugar.

También contás la muerte de tu mamá, un acontecimiento que interpretás como el origen de la depresión.

Si. Ella murió cuando yo tenía 17 años y fue muy duro, pero nunca hice el duelo. Me di cuenta a los 40 cuando falleció mi suegra. Entonces yo la acompañé a mi esposa y me hice cargo de algunas cosas y a los pocos días no me podía levantar de la cama y ahí empezamos a investigar y surgió esto.

Resaltás la importancia de la familia: tu esposa, tus hijos, tus hermanos…

Sí. Mis hermanos me llevaban al psicólogo. También me insistían para que fuese a actividades en el colegio de los chicos.  Mi esposa Laura me apoyó en todo momento. Yo no quería ni siquiera hacer terapia y ella me llevó y también al psiquiatra. Uno piensa que le alcanza con charlar con los amigos, pero ellos no van a ir a fondo. Así que necesitás alguien de afuera. De ahí surgió el título del libro porque después de contarle cómo me sentía él me dijo que yo era el campeón de la depresión.

Junto a Ángel Cappa, quien escribió uno de los prólogos de sus libros.

En relación con ese título, está presente el fútbol y, concretamente, San Lorenzo de Almagro, el club del que sos hincha. Un psiquiatra te llegó a decir que verlo jugar te hacía mal…

Él tenía razón. En ese momento yo tenía ataques de pánico y estaba medicado. Recuerdo cuando el equipo peleaba el descenso. Jugó un partido con Tigre y estaba perdiendo. Mi mujer se había ido con mis hijos a una kermesse del colegio y yo estaba solo en casa. Estaba sufriendo así que llamé a mi psiquiatra y él me dijo que no podía verlo en esas condiciones.

Tampoco pudiste disfrutar de la época de triunfos de San Lorenzo…

No. Cuando San Lorenzo ganaba y andaba bien no pude ir a ningún partido. Los vi por televisión. Incluso cuando salió campeón y terminó el partido, vi un poquito los festejos, tomé la medicación y me fui a dormir. Fue increíble porque fue un momento histórico para el club. Al día siguiente tenía un montón de mensajes de gente que se pensaba que había estado en la cancha o en los festejos. No sabían porque yo lo ocultaba todo. Uno pone un caparazón y se enamora de la depresión.

¿Qué repercusiones tuviste tanto del libro como de tus publicaciones en las redes sociales?

Me escribió mucha gente contando que se sentía identificada con mi historia. También me escribieron familiares de personas con depresión, que me identificaban con su familiar y los había ayudado a entenderlo. Es difícil cuando vivías con alguien con depresión en la misma casa. Por eso valoro tanto lo que hizo mi mujer. Ella llegó a analizarse para entenderme mejor y ver cómo ayudarme.

Tus hijos Zoe y Bruno participaron en el libro ya que las ilustraciones son de ellos.

Sí. Quise que estuviesen presentes.  Ellos eran chicos, pero vivieron todo el proceso de mi enfermedad. También hicieron terapia para que pudiesen expresar lo que sentían. Tratamos de acompañarlos lo más posible. Pero la depresión es un pájaro carpintero que te taladra la cabeza. Yo quería hacer otras cosas, pero todo el tiempo estaba pensando en cómo me sentía. Te anula todo lo demás. Me quedaba en la cama y no iba a buscar a los chicos al colegio, le pedía a una madre de un compañero que los trajese. O iba y me quedaba apartado, pensando que todo el mundo sabía cómo me sentía.

Creés que puede haber nuevas historias sobre la depresión

Yo estoy diagnosticado como bipolar y tomo medicación. Por suerte no atravieso ninguna etapa depresiva y estoy mejor, pero en el hospital de día también escribía. Lo mío es la gráfica y yo necesito escribir. La escritura es la única forma que tengo de creer que puedo salir, que puedo hacer cosas. Necesito escribir.

En medio de la angustia, ¿escribir te hace feliz?

La felicidad no existe. Son sólo momentos. Tampoco creo que se puedan medir las cosas en términos de éxito o fracaso. El éxito y el fracaso son dos impostores.

También igual que con los dibujos de tus hijos, los prólogos son el testimonio de la presencia de queridos amigos en tu vida: el periodista Mariano Hamilton, el ex DT Ángel Cappa, y tu compañera de secundaria Lucrecia Pérez Clemen.

Sí, Mariano es muy amigo de mi familia. Él le puso el punto de vista del fútbol. Por otro lado, Ángel Cappa, con quien trabajé en varios proyectos periodísticos habla de fútbol, pero también de muchas otras cosas como el barrio. Con él hablamos de todos los temas no solo de fútbol, de política, de familia.

Elegiste para editar los dos volúmenes de “El campeón…” a Eloísa Cartonera, una cooperativa que les compra papel a los recicladores urbanos y realiza ediciones artesanales…

Sí. Les mandé un cuento sobre el Mundial 78 que era mitad realidad, mitad ficción. Yo tenía ocho años cuando se jugó y estaba fascinado con que ganase Holanda, la Naranja Mecánica. Creo que ese equipo revolucionó el fútbol, pero también revolucionó la literatura porque hubo que ponerse a escribir sobre ellos. En la editorial les gustó y me pidieron más material. Es una cooperativa que la lucha cada día. Los autores cedemos los derechos, y los acompañamos en las presentaciones y la difusión de los textos. Por eso los libros tienen un valor tan bajo, al alcance de cualquier bolsillo. Probablemente saque más cuentos con ellos. Yo soy un autor cartonero.

La editorial precisamente tiene el lema: “Leer te salva”, ¿creés que en tu caso la escritura fue una salvación?

Si. Me sirvió contar mi historia. Entender que podía hacer esto. Hay gente que no quiere demostrar su estado de ánimo. Que cree que a la depresión hay que esconderla como si fuese una debilidad. No es así. Yo no estoy de acuerdo, y a otros les puede servir mi experiencia.

Fuente: Eva Marabotto para Télam