19 de abril de 2024

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La historia de los refranes: «En boca cerrada no entran moscas»

Telam SE

«En boca cerrada no entran moscas»

Viajemos al siglo XVI, en España… Reina Carlos I… Es hijo de Juana de Castilla la Loca y de Felipe el Hermoso, será emperador. Pero el rey Carlitos no salió al papá; él sufre, desde su nacimiento, de una deformación de la mandíbula conocida como prognatismo… “Se le va el mentón para adelante, crece y no vuelve”… Es un trastorno de carácter hereditario, pobre monarca, lo padece mucho.

Porque el problema aumenta a medida que pasa el tiempo y lo obliga a mantener constantemente la boca entreabierta… Sí, sí, de verdad. Es muy llamativo. Fíjense lo que le sucedió ayer, en un viaje a Calatayud. Hicieron un alto en el camino, el rey bajó a estirar sus piernas y un campesino se quedó mirándolo, asombrado… “¡Qué me mirais así!”… “Cerrad la boca, majestad, que las moscas de este reino son muy traviesas”…

Sin saberlo, aquel campesino español de mil quinientos y pico, acababa de inventar un refrán. Claro que él pensaba en el peligro de las moscas, siempre es desagradable tragarlas, y más un rey…

Pero los siglos transformaron (¿o completaron?) el sentido de esa frase, que hoy se emplea para llamar a silencio a alguien… Mejor callarse que equivocarse, recomendable pensar antes de hablar, preferible observar antes de actuar… “En boca cerrada no entran moscas, mis querides”…

Más allá de la mosca metafórica, vale reconocer una buena advertencia en este refrán: a veces, es mejor no decir nada, sólo para que no se descubra… que no sabemos nada… 

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