3 de mayo de 2024

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Jorge Sánchez: “Esta foto resume parte de la historia que no nos dejaron contar”

Testimonio exclusivo sobre una de las mayores «fake news» de la dictadura

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El 6 de octubre de 1982 el fotógrafo Jorge Sánchez sacó a escondidas de Télam la copia de una foto que había ocultado la noche anterior. Al volver de la cobertura de la llamada “Marcha por la Vida” –una movilización en reclamo por la aparición con vida de los detenidos-desaparecidos–, el interventor militar de la agencia, Rafael Benjamín de Piano, le había hecho una advertencia: «Que esto no salga a la luz, por su bien y por el de su familia«. Pero el reportero gráfico recién empezó a entender la relevancia de lo sucedido cuando al día siguiente vio en la tapa del diario Clarín a la misma Madre de Plaza de Mayo y al policía que él había retratado con su lente 35 milímetros, pero la historia que se mostraba, usando otras imágenes, era diametralmente opuesta.
 
La foto tomada por Sánchez sintetiza la censura, la represión y las mentiras de las que se valió la última dictadura cívico-militar para ejercer el terrorismo de Estado y manipular a la población. La atesoró por más de 40 años y, por primera vez, en esta nota habla en profundidad de lo sucedido. “A veces uno se hace una coraza y trata de olvidar cosas. Ayer no pude dormir en toda la noche pensando en esos días”, recordó con angustia, en una entrevista con Télam.
 
El año pasado, en un minucioso trabajo de recuperación del archivo fotográfico y periodístico, la agencia estatal de noticias encontró algunos de los negativos “perdidos” y sacó a la luz una secuencia de seis fotogramas que desenmascaran el operativo montado por la dictadura para instalar la idea de una posible reconciliación o pacificación.

Los seis fotogramas «perdidos» y censurados de la Marcha por la Vida que fueron hallados por el trabajo de la puesta en valor del archivo de Télam.
 A medida que avanza en su relato, la bronca y los recuerdos de Sánchez se transforman en lágrimas. “Cuando vi que esa otra foto era la tapa del diario fue una sensación de injusticia horrible. Se le estaba mintiendo al pueblo. Se lo engañaba, no solo por la foto, también por el título, como que había sido todo en paz, pero la realidad era lo que yo había fotografiado”, rememoró, conmovido.

Télam: ¿En qué año comenzó a trabajar en Télam?
Jorge Sánchez: Entré en la agencia por una casualidad, a principios del 79, después del Mundial, con 21 años recién cumplidos. Una casualidad porque estaba cubriendo un partido de fútbol en la cancha de River para la revista del club y escuché a otros colegas que decían que en Télam estaban buscando fotógrafos que hagan deportes. Entonces, me fui a la agencia, que en ese momento estaba en la calle Chacabuco, y me entrevisté con quien era el jefe. En principio, entré solamente para hacer deportes, me tomaron a mí y a otro colega, y me quedé hasta el 93.
 
-¿Cómo era trabajar en un medio del Estado en plena dictadura militar?
-Al principio, como solo hacía deportes no había una bajada de línea determinada, porque uno iba a una cancha, a hacer automovilismo o boxeo, se copiaban dos o tres fotos para transmitirlas, las editaba el jefe del momento y listo. Después, cuando ya quedé efectivo, me empezaron a dar notas más políticas. Cuando empecé a cubrir conferencia de prensa de presidentes, de Cancillería; viajes presidenciales y demás, sí empezó un procedimiento en la entregada y revisión del material. De varios rollos solo se pasaban algunas pocas fotos y luego era imposible encontrar el material en el archivo.

Dos veces censurada: en 1982 el Grupo de Reporteros Gráficos realizó una muestra con el auspicio de la Organización de Estados Americanos (OEA), la foto de Sánchez figuró en el catálogo, pero la reproducción desapareció la primera noche.  
-¿Cómo era ese circuito de entrega y edición de fotos?
-Por ejemplo, en un viaje presidencial, era ir un día antes a la provincia con personas de Casa Militar. Se viajaba en el Tango II. Mi trabajo era armar en el baño un pequeño laboratorio, que era portátil, y llevar la máquina para poder retransmitir las fotos por medio del teléfono. Esas máquinas las habían dejado los fotógrafos de Alemania después del Mundial 78. En la agencia había un receptor que sacaba la fotografía como recién impresa. Entonces, los que digitabas todo el trabajo del viaje presidencial era un oficial que venía conmigo y el jefe de fotografía de ese momento de la Casa de Gobierno. Ellos veían mi material, hacían la selección, yo copiaba la imagen, la transmitía a Buenos Aires, Télam la distribuía en todo el país y los negativos quedaban con este militar que pertenecía a la Casa Militar de la Casa de Gobierno.
 
-Aquel 5 de octubre de 1982, el día de la llamada Marcha por la Vida, ¿cómo fue su trabajo?
-El día anterior a la marcha nos habían designado a tres fotógrafos para cubrirla. Salimos juntos con un móvil de la agencia, que eran autos con un cartel que decía Télam en las puertas. Nos dejó en 9 de julio y Avenida de Mayo. Ahí, cada uno empezó a hacer su cobertura. Yo tenía la particularidad de trabajar con lentes muy cortos, de 35 milímetros. Lo que tiene un lente corto es que para tener una buena imagen hay que estar muy cerca. Entonces, lo mío era muy de roce y fui siguiendo a las Madres. Se hizo muy grande la marcha y el operativo policial. No había vallas metálicas, sino las vallas mismas de los policías. Y después, otra donde estaban los caballos. Algunas Madres alcanzan a pasar la primera, y luego, la segunda. Como estaba muy cerca de ellas, también alcance a pasar esa valla de la primera línea de los policías y quedé frente a la línea de los caballos. Tengo el recuerdo de estar entre esos animales que parecen gigantes. Entonces, más allá de los golpes, los empujones, los forcejeos, un grupo de Madres empieza a bajar por la parte del costado de Casa de Gobierno y va hacia el Bajo, hacia Paseo Colón. Ahí estaba el policía (NdR: Carlos Enrique Gallone) y unas Madres se acercaron. Al estar tan cerca, logré hacer una imagen entre este policía y una Madre implorándole por los hijos (NdR: luego se supo que era Susana Leguía). Se puede ver al policía como que la ignora con la vista por arriba de ella, como si fuera superior. La copia original que Jorge Sánchez guardó por 40 años. Foto: Fernando Gens.
-¿Y qué pasó después de registrar ese momento?  
-Como había perdido a los compañeros con los que había ido, empecé a caminar y volví a la agencia. Fui el último que llegó. Los otros fotógrafos ya habían editado el material. El único que quedaba era el jefe de fotografía. Le digo que tenía una buena foto. Reveló los negativos y copió dos o tres imágenes. Y me empezó a decir “ya está, ya está todo entregado”. Pero se las llevó al primer piso al jefe de turno. Me parecía raro ese movimiento y que tardaba mucho. Entonces, tuve esa idea de copiarme una foto para mí, de 18×24. Como era cartón el papel que se utilizaba en ese momento, la copié rápido, pero no la puse en la máquina abrillantadora, porque tardaba como 4 o 5 minutos para salir. Así que la dejé mojada arriba de un armario que tenía uno de los materiales de los equipos. Cuando este jefe vuelve, me dice: “Mirá, hay un problema, tenés que ir arriba”. Yo pensé que iba a ver al jefe de turno, pero me dice “no, no, tenés que ir arriba, a ver al director De Piano”.
 
-¿Su jefe le adelantó algo?
-No, nada. Me sorprendí y vi que estaba preocupado. Voy al 4º piso, la secretaria me hace pasar. Ya el ambiente estaba muy tenso. Entro al despacho del coronel De Piano, presidente de la agencia en ese momento. Estaba parado detrás del escritorio. Me acerco y me pregunta por qué  había hecho esa foto que tenía en la mano. Le respondí que lo que había hecho era cubrir todo lo que había pasado en la marcha. Me dice: «Que esto no salga a la luz, por su bien y por el de su familia» –al contar esta escena, su voz entrecorta y se angustia; por unos segundos queda en silencio–.
 
-Recordar el episodio lo angustia ¿Qué hizo después? ¿Pudo charlarlo con alguien?
-Agarré mis cosas y me fui, sin ninguna otra explicación. Pero me volví pensando que un coronel me había dicho una cosa así, no era un civil más, me lo decía un coronel que tenía poder. Después de todo lo que se decía, uno piensa en la familia. Al otro día fui muy temprano para la agencia. En el camino, escucho en la radio a Magdalena Ruiz Guiñazú decir: «La foto del año es la tapa del diario Clarín». Cuando llego a Télam estaban todos los diarios, como siempre, y ahí veo la foto del falso abrazo. Fue una sensación de injusticia horrible. Injusticia porque a un pueblo se le estaba mintiendo. Se lo engañaba, no solo por la foto, por el título, como que había sido todo en paz. Se engañaba a todo un pueblo por medio de una imagen que no era real. O sea, sí había pasado, pero no era real lo que contaban, la realidad era lo que yo había fotografiado. Y es lo que el pueblo tendría que haber sabido de esa marcha y de las Madres. Por eso las imágenes valen más que mil palabras. La foto que se publicó en Clarín, en El País de España y en otros medios intentó instalar la idea de una posible reconciliación entre las Madres de Plaza de Mayo y las Fuerzas Armadas.
-¿En qué se diferencia su imagen de la que hizo el fotógrafo de DyN publicada por Clarín, que además ganó el Premio Rey de España en 1983 y fue tapa de varios diarios nacionales e internacionales?
-En esa imagen se muestra que el policía abraza a la madre, pero en realidad lo que está haciendo es apretándola contra el pecho para callarla, para no escuchar más todo el reclamo que le hacía. Un reclamo genuino, que es la imagen que me queda, que es la que alcanzo a hacer yo, que es la imagen del pedido a ese policía que representaba al gobierno. Era un pedido de justicia. Y en la otra foto quedó como que la policía era buena. Se utilizó a esa imagen y a esa madre para mostrar algo que no era cierto, una paz y una reconciliación que era una mentira. Pero en ese momento yo me lo tenía que guardar. Y no solo guardármelo, sino no comentarlo, no decirlo, no mostrarlo. ¿Quién lo iba a querer publicar o quién me podía creer? Y con la duda de lo que me podía pasar, no solo a mí sino a mi familia. Jorge Sánchez con la imagen que se llevó escondida el día de la censura. Foto: Fernando Gens.  
-¿Y qué pasó con la copia de la foto que había dejado escondida en la agencia?
-Me di cuenta de que mi foto nunca iba a salir a la luz. Así que fui a buscar la copia que había hecho. Estaba un poquito arrugada. La metí en un bolso y la lleve al auto. La guardé debajo del asiento. Entonces volví. Hice mi trabajo normal, como cualquier otro día, sin contar nada. No le dije a ninguno de mis compañeros, porque para qué los iba involucrar en algo que era un apriete personal. Creo que ni el jefe sabía lo que me había dicho De Piano, porque no se lo dije a nadie. Después, en una muestra fotográfica que a fines de 1982 organizó la OEA, pude hacer una reproducción de la copia que me quedó, exponerla. El día de la inauguración estaban todos los reporteros gráficos y a la noche la foto desapareció. Al otro día, cuando abrió la muestra, ya no estaba más. Nuevamente me habían censurado. Entonces, me callé para cuidar a mi familia y guardé 40 años esta foto. Los cables que Télam envió ese día también hablaban de «Marcha sin incidentes».
-¿El episodio terminó ahí o pasó algo más?
-Al lapso de unos días yo veía que siempre tenía alguien como que me seguía. Un día salgo de mi casa, en ese momento estaba viviendo en Ciudadela, y en Ceballos y General Paz, antes de subir a la autopista, me cruzan un auto, me hacen unas preguntas y me llevan a un lugar que reconocí cuando venía a esta entrevista, en Olivera y Rivadavia (NdR: este sitio sería uno de los señalados como centros clandestinos de detención y tortura). Me tuvieron ahí varias horas con preguntas: que por qué había hecho esas fotos, si yo trabajaba para las Madres, y un montón de cosas más. Obviamente, fue un apriete, una bajada de línea. Les respondí la verdad: que era un fotógrafo más, que no tenía nada que ver con nadie. Me tuvieron un par de horas, constantemente preguntándome lo mismo. Les decía es tarde, tengo que volver, tengo que ir a trabajar. En realidad, yo era inconsciente de lo que estaba pasando. Era una película. Me llevaron de vuelta hasta el auto y me dijeron que tenga cuidado. Pensaba cómo una foto puede acarrear tanto. Me di cuenta de lo que significaba mi foto y lo que quedaba en evidencia al existir la otra imagen. 

TATY ALMEIDA: “LA FOTO DE CLARÍN FUE UNA MENTIRA ENORME”

Las Madres de Plaza de Mayo son hoy un símbolo de resistencia a la dictadura y de lucha por los derechos humanos. Pero no les fue para nada fácil lograr que las escucharan y así poder visibilizar sus reclamos. A medida que los genocidas perdían poder y las Madres alcanzan mayor repercusión (sobre todo, a través de la prensa internacional), los militares buscaron estrategias para deslegitimarlas o mostrarse condescendientes con ellas. “Siempre trataron por todas las formas de demostrar que no eran tan malos”, resumió Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.

Durante una entrevista con Télam, Taty habló sobre la foto del falso abrazo entre una Madre y un policía, durante la Marcha por la Vida, en octubre de 1982, que fue publicada en la tapa del diario Clarín: “En esa foto ella le está gritando, le está diciendo de todo y el tipo la agarra convencido. Seguro que él le dijo que se dejara de joder”. Consideró que, “con eso, creyeron que se iban a limpiar un poco para que vean cómo un policía abrazaba a una Madre. Una mentira enorme, total, total”.

En este sentido, Cora Gamarnik, investigadora UBA-UNM, realizó un análisis de la historia de aquella fotografía. “Se utilizó para sostener una supuesta política de reconciliación entre las organizaciones de derechos humanos y las fuerzas represivas que, en los hechos, jamás existió”, explicó en «Límites y paradojas de una fotografía de prensa: análisis de una foto de Madres de Plaza de Mayo durante la dictadura militar en Argentina».

En relación a la secuencia del falso abrazo (tomada por Marcelo Ranea), Gamarnik señaló en la publicación que su “carácter polémico y el éxito en términos periodísticos y fotográficos ubican esta imagen como un objeto de estudio privilegiado para analizar la relación entre dictadura, medios y fotografía, así como para reflexionar sobre la capacidad de una imagen para disputar el sentido histórico de un hecho y de influir en la opinión pública”. Con la aparición de los fotogramas de Jorge Sánchez y la reconstrucción de su relato, esta disputa de sentido adquiere un nuevo valor.

-Después del apriete, ¿cómo quedó su situación dentro de la agencia?
-Seguí trabajando. Yo seguía con las mismas ganas desde que empecé hasta el último día en que me fui. Siempre trataba de hacer algo relevante, algo distinto, algo importante. Nosotros salíamos y hacíamos todo. Después, obviamente, la edición la hacían los jefes y los militares lo censuraban. Pero mirá como es la vuelta de la vida que después me tocó, también para Télam, hacer el Juicio a las Juntas.
 
-Paso mucho tiempo hasta que pudo contar esta historia. ¿Qué fue lo más difícil?

-Son muchos recuerdos. Anoche no pude dormir recordando movimientos, los olores de los gases, los golpes, el apriete. Y tratando de recordar detalles para poderlo expresar. Porque uno a veces como que se hace una coraza y trata de olvidar cosas. Y esa sensación de injusticia, de la injusticia… –vuelva a quebrarse en llanto–. A la gente de El País de España, cuando me llamaron para entrevistarme, les dije que no chequearon si había otra cara de la foto, de la imagen. Me quedé muy dolido con la agencia por lo que hizo De Piano, que no hayan podido pelearlo. Obviamente, era una cosa utópica, porque era un gobierno militar.

-¿Qué sintió el año pasado cuando recibió el llamado de Télam para contarle que, en la puesta en valor del archivo, se encontró parte de ese material que se pensaba perdido?
-Alivio. Saber que la agencia, que sus autoridades actuales, quieran recomponer parte de la historia, algo que se tapó. Me llamaron de muchos lados para que hable, pero el lugar era la agencia. Somos parte de la historia que muchas generaciones actuales desconocen. Muchos de quienes vean esta foto que estuvo guardada por 40 años desconocen lo que vivimos los periodistas, los reporteros. En el caso de mi foto, una pequeña imagen resume toda una lucha de las Madres y parte de la historia que vivimos y que en ese momento no nos dejaron contar.

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