19 de abril de 2024

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Aristarain: «Charles Bronson fue el hijo de puta más grande del mundo»

Adolfo Aristarain presentó su libro «El oficio del cine» en Directores Argentinos Cinematográficos .
El reconocido cineasta Adolfo Aristarain presentó su libro «El oficio del cine» en un evento en el que repasó su carrera y su experiencia trabajando con el director italiano Sergio Leone, al que consideró «un chanta» y a quien «le perdió el respeto», y con el actor Charles Bronson, a quien definió como «el hijo de puta más grande del mundo».

El libro, que contiene guiones originales de algunas de sus películas, apuntes y reflexiones sobre su trabajo, fue presentado en la sede de Directores Argentinos Cinematográficos (DAC) en un encuentro en el que Aristarain no fue para nada indulgente respecto de las estrellas con las que trabajó como asistente de dirección en «Érase una vez en el Oeste».

El spaghetti western de 1968 dirigido por Leone, escrito por el director, Dario Argento y Bernardo Bertolucci, y protagonizado por Bronson y Henry Fonda, se llevó un lugar destacado en el vasto anecdotario de Aristarain con motivo del lanzamiento de su libro.

«Me llevé pésimo con Leone, su cine no me gusta un pomo. Él tampoco se llevaba bien conmigo, pero el único medio que tenía para comunicarse con los actores era yo, que sé italiano y el inglés lo hablo como el castellano, porque los actores eran todos estadounidenses», contó Aristarain en la charla de presentación del libro al ser consultado sobre esa experiencia.

En tanto, sobre el trato con Bronson durante el rodaje tampoco fue positivo: «Los cinco primeros días todo anduvo bien porque no había llegado. Pero cuando llegó… Bronson nació y se propuso ser el hijo de puta más grande que hay en el mundo. Hay tipos a los que les puede salir algo de adentro y ser hijos de puta, pero lo de Bronson era muy premeditado».

«A Leone le perdí el respeto por las cosas que hacía Bronson para cagarnos a los tres ayudantes de dirección y porque un día, al ver que la cámara estaba en el suelo en un rincón, el actor dijo: ‘la cámara ahí no va; cuando la cambien, me llaman’ y se fue. Y Leone cambió el lugar de la cámara. Ahí dije: ‘este es un chanta’. Porque si vos sabés dónde ponés la cámara y por qué la querés ahí, explicáselo, pero no la cambies porque el tipo te lo pide», criticó.

Además, Aristarain repasó sobre ese rodaje que no se cruzó con el compositor Ennio Morricone «pero sí teníamos la puta música todo el tiempo; en el desierto de Almería con la música a todo trapo con unos parlantes gigantes, porque así se inspiraba Leone. Era todo un gran camelo. Después se tomó cinco días con certificados truchos para que Paramount pusiera la guita porque estaba atrasado».

La presentación en una sede de Directores Argentinos Cinematográficos colmada de expectadores.

Además, Aristarain se refirió a las situación de la producción de cine nacional y a la necesidad de una política de fomento: «Para que haya cine argentino, tiene que haber una decisión política. Porque tenés un mercado chico que no te devuelve el costo de una película de presupuesto medio. Entonces, si querés que haya cine argentino, tenés que subsidiarlo».

El célebre cineasta responsable de «Tiempo de revancha», «Un lugar en el mundo» y «Martín (Hache)», indicó que su manera de hacer cine incluye desnudos «porque siempre se plantea mostrar algo que es la realidad; y en la realidad estamos desnudos».

«Hay que hacerlo sin que sea ofensivo, estoy cansado de ver cosas en televisión que son horribles: mujeres que están encamadas con el novio y se levantan y salen vestidas. Es una censura feroz la que hay. En esas cosas no transo: prefiero buscar alternativas y mostrarlo de otra manera», añadió.

En cuanto a cómo se esquivaba la censura en épocas anteriores, el experimentado cineasta narró que «había que llevar las latas (de fílmico) al Ente de Calificación Cinematográfico, sentarte con el censor y ver las latas una por una. Y te decía lo que podía quedar y lo que no».

«Siendo que sabía cómo era la cuestión, monté a propósito escenas muchísimo más largas que lo que necesitaba, de 10 minutos más. Cuando me dijo que había que cortarlo respondí que no se preocupara y recorté delante de él», agregó.

Respecto de la elaboración de personajes en sus historias, Aristarain sostuvo: «No sé exactamente cómo se construyen. Se van construyendo pero no tengo un planteo previo de hacer un personaje de determinada manera. A cada uno le escribo una historia previa que quizá después no aparece, pero necesito saber qué piensa, cómo habla, qué enfermedades tiene. Lo tengo que saber para poder arrancar, pero no hay nada demasiado premeditado. Como no tengo demasiada imaginación, me doy cuenta que empiezo a repetir cosas».

«Para que valga la pena una historia que quiera hacer, me tiene que gustar y me la tengo que creer. Mientras hacés el guion, el proceso es ese: creerte lo que estás contando y que tenga un sentido relacionado con los personajes, la historia y hacia donde la llevás», explicó.

Consultado sobre el contexto cultural en que el director ubica sus narraciones, indicó que «no se le ocurre primero el ambiente social del país donde va a transcurrir la historia, sino que se le ocurren primero pequeñas cosas que le van a pasar a los personajes y después sí el exterior».

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